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martes, diciembre 13, 2011

T A N G A T Ó N

Apretar una cucharita entre los dedos y sentir su latido de metal, su advertencia sospechosa. Cómo duele negar una cucharita, negar una puerta, negar todo lo que el hábito lame hasta darle suavidad satisfactoria. Tanto más simple aceptar la fácil solicitud de la cuchara, emplearla para revolver el café”. Julio Cortázar, Historias de Cronopios y de Famas, 1963. 

El activismo político no es sencillo. Lo sabemos. Lo sabemos porque los/las activistas lo repiten hasta el cansancio en muchos espacios políticos. Lo sabemos también porque muchas de nosotras tenemos encima otras experiencias políticas que nos recuerdan lo difícil que es defender en el espacio político los principios con los que nos identificamos, jugarnos la vida. No siempre hay compromiso, buena acogida y mucho menos tiempo y recursos económicos... a la larga, las cosas se hacen con las uñas. Habría que añadir, para nuestro caso, que nuestra causa no es la más taquillera, que no cuenta con respaldo oficial, que va en contra de fuertes convenciones sociales que sería “suavemente satisfactorio” asumir y que la "etiqueta" feminista que se lee en nuestra bandera abre más de un par de ojos, siendo eso lo menos. 

Como Semillero diseñamos una campaña por el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos y el aborto libre, seguro y gratuito. Es una lucha vigente, más vigente en Colombia con la arremetida conservadora que amenaza con penalizar en todos los casos el aborto y fortalecer la idea de familia heterosexual bendecida por dios y por la iglesia, en la cual las mujeres tienen la función sagrada de la maternidad. Nuestra primera actividad fue pintar y ubicar en la Universidad Nacional de Colombia – Sede Medellín un grupo de carteles alusivos al derecho al aborto. La segunda fue la llamada tangatón. Instalamos en distintos espacios de la Universidad tendederos de ropa con tangas con los mensajes “mi cuerpo es mío” y “aborto libre”.


 

“Mi cuerpo es mío” con sus limitaciones y sus posibilidades, para alterarlo, para transformarlo y construirlo; para salirme de los moldes o para encajar en ellos. Para el placer, para el juego, para la vida misma. Es que yo soy mi cuerpo y mi cuerpo es mío, no de grandes poderes o de otras personas que quieren controlarlo. “Aborto libre” porque si mi cuerpo es mío puedo decidir sobre él. La maternidad es una opción que las mujeres debemos elegir libremente. Esa es la pelea. 



 

Habría que volver al principio, no fue sencillo. Tuvimos problemas con los tiempos de estampado y la convocatoria para la instalación. Además, no tenemos todo el tiempo disponible, nuestra principal actividad es el estudio y el trabajo. Pero también tuvimos apoyo, como la donación del diseño y la vinculación de personas cercanas al Semillero que aportaron dinero o se montaron a un árbol para amarrar el tendedero. Y de personas desconocidas que ofrecieron ayuda: pasar la cuerda, lanzar la cuerda. Quizá seamos pocas, pero quiero pensar que hacemos mucho, que cumplimos un propósito. [“La tarea de ablandar el ladrillo todos los días, la tarea de abrirse paso en la masa pegajosa que se proclama mundo” (Julio Cortázar, Historias de Cronopios y de Famas, 1963)]. Por lo menos esa sensación recorre mi cuerpo cuando veo que quienes pasan y leen se sacuden; nos miran, de arriba abajo, con curiosidad.

Esto, que bien podría ser una instalación artística, fue hecho para tocarse, para antojarse, para no ser controlado, y quién sabe si también para ser efímero. De otra forma lo hubiéramos puesto en una cartelera o tras una vitrina. Cuando planeábamos la acción anticipamos que muchas de las tangas se las llevarían. Así fue, a pocos días de realizado el montaje buena parte de las tangas han sido retiradas. Quiero pensar que no es sabotaje. Con optimismo pienso que quienes las tienen las contemplan con alegría, quizá en sus cajones de objetos especiales para el recuerdo y las comparten con otras personas. Finalmente, una de las cosas importantes es comenzar a formar conciencia y sumar voluntades en torno al derecho al aborto.

 
Cuando abra la puerta y me asome a la escalera, sabré que abajo empieza la calle; no el molde ya aceptado, no las cosas ya sabidas, no el hotel de enfrente: la calle, la viva floresta donde cada instante puede arrojarse sobre mí como una magnolia, donde las caras van a nacer cuando las mire, cuando avance un poco más, cuando con los codos y las pestañas y las uñas me rompa minuciosamente contra la pasta del ladrillo de cristal, y juegue mi vida mientras avanzo paso a paso para ir a comprar el diario a la esquina”. Julio Cortázar, Historias de Cronopios y de Famas, 1963. 

(Por: Juliana Martínez Londoño).

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