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martes, noviembre 08, 2011

El sueño de la belleza produce pesadillas



En octubre de 1933, el entonces popular “Magazín Mundo al Día” abrió su edición semanal con una afirmación en negrillas: “En el futuro no habrá mujeres feas”. Acompañando la frase, cinco fotografías mostraban a una mujer siendo sometida a un atroz procedimiento de tubos y gruesas agujas de metal entrando por su nariz, ojos, boca y orejas.

En la contraportada se leía: “Mostramos en esta página el nuevo procedimiento empleado por el doctor Justus, que ha sido de gran sensación. Por medio de este tratamiento puede verse cómo un rostro ajado y melancólico se convierte en una cara llena de vida y belleza (…) ¡Se acabaron las feas!”.

No es sorprendente que, comenzando la década del treinta, una publicación pensada para el público femenino albergara tales fantasías. Pues, desde los años veinte se venía vendiendo una imagen de belleza que, por qué no decirlo, distaba de la realidad de la mayoría de colombianas.
La mujer tenía que ser alta y flaca, de cuello largo, “de cisne” o “de jirafa”, “nariz delgada y respingada”, “porte aristocrático” y “figura escultural”. En un artículo de la época se precisan incluso las medidas corporales que debía tener una colombiana para ser “atractiva”: “Cuello: 28 cm; brazos: 27 cm; busto 85 cm; cintura: 60 cm; muñeca: 14 cm; caderas: 85 cm; muslo: 45 cm; pantorrilla: 31; tobillo: 20 cm; pie: 36 cm”.

Para obtener tan concretas medidas se invitaba a adquirir los distintos productos. En primer lugar, había que bajar de peso pues, como afirma otra portada de la época, “La gordura es el enemigo de la belleza femenina del siglo XX”. Rodillos “Point Roller” para moldear el cuerpo de la mujer como si fuera “masa para pan”.

El método más promocionado eran los laxantes. Los publicistas, entonces, no escatimaban en detalles: “El secreto más importante para la belleza de las chicas es la evacuación permanente de los intestinos, por esto usa Píldoras del Doctor Chase”.

En 1930 se anuncian bebedizos y tabletas para ayudar a “desafortunadas” de tallas de sostén pequeñas. La difundida publicidad de las llamadas “Pilules Orientales” ilustra a una mujer de busto pequeño llorando, y luego de ingerir las mágicas pastillas, se convierte en una de sostén rebosante que sonríe.

Ahora bien, de nada servía poseer un cuerpo escultural si no se contaba con una piel blanca, “blanquísima como la leche”, “ligeramente sonrosada” como la de una “muñeca de porcelana”: “Haga su piel inmaculada, lúcida y nacarada en tan sólo seis días con el mágico blanqueador Gervaise Graham, que transforma un cutis enfermizo por uno blanco y sonrojado”, se leía. De acuerdo con la propaganda y los artículos, las colombianas cuya piel no fuese lechosa y rosadita, no sólo eran feas, sino que además estaban enfermas.

Tomado de: El Espectador

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